¿Se acuerdan que de chiquitos lo mejor del mundo eran los días de excursión en la escuela eran lo máximo? Tener la oportunidad de "no tener clase" y además visitar un lugar nuevo, donde podía jugar y ver todas las cosas de las personas del pasado era mi cosa favorita en el mundo. Desde chiquita he tenido una ligera obsesión por la historia y el arte, y para mi gran suerte, a la tierna edad de 7 años descubrí conscientemente los museos. ¿Un lugar en donde puedo ver pinturas y objetos antiguos y donde además me cuentan los "cuentos" de cada una de ellas? ¡Éxtasis total! (si, desde chiquita soy bien ñoña, no me juzguen.)
En fin, con los años, mi amor por los museos creció. Por desgracia, en Tampico solo hay uno "famoso", que tiene unos 10 años (al menos) sin ser actualizado. Gracias a eso aprendí a buscar museos y perderme en ellos cada que puedo, en cualquier parte del mundo a la que vaya. Si tuviera que elegir un happy place, definitivamente sería un museo - no sé cual, exactamente, pero un museo.
Cuando decidí que mi cumpleaños lo pasaría en Monterrey con una de mis personas favoritas en el mundo, lo lógico en mi cabeza era pasar al menos una parte del día perdido en mi museo favorito de la ciudad. Y como siempre, Ale me siguió la corriente...
Así que allá fuimos... Yo en mi power suit cumpleañero (si, con todo y saco. Estaba necia con usar mi traje que me recordaba a Cher, de Clueless a medio verano Regio) y Ale vestida como Instagram model como siempre, hasta para ir por tacos.
Digamos que no fue el mejor cumpleaños de mi vida. Mi estado emocional no ha sido el mejor últimamente, y eso se vio reflejado en el día. Aún así, fui feliz por un momento y agradecí poder estar con alguien que quiero tanto, en un museo en mi ciudad favorita. Agradecí poder tomar clamochelas de Los Aguachiles y darme cuenta de que mientras mi vida cambia lentamente para bien, hay cosas que nunca cambiarán.
Xo,
C.