Suelo no hacerle mucho caso al famoso día internacional de la mujer, que precisamente es hoy. Es más, hasta hace un par de años yo era de esas que decía que el feminismo era completamente innecesario; hoy me da pena admitirlo, pero también soy de la idea que mientras más rápido admites tus errores, más rápido puedes corregirlos.
No pensaba escribir al respecto ni del feminismo, ni del día de la mujer, pero hoy sucedió algo en el trabajo que en verdad hizo que me hirviera la sangre y, como siempre, la mejor manera que conozco para sacar mi desmadre mental y enojo es escribiendo.
Es cosa de casi todos los días que uno de mis compañeros de trabajo haga comentarios tipo “las mujeres no deberían trabajar, su lugar es en la cocina”, o “ es que quién le manda andar haciendo eso, si es cosa de hombres… Ella que va a poder”. Para muchos, este tipo de comentarios “bromistas”, según él, son inofensivos pero, en mi opinión, son precisamente el tipo de comentarios que sustentan la sociedad tan fregada que tenemos. Ojo, no estoy diciendo que todos los problemas de nuestra sociedad sean causados por comentarios tontos, pero si creo que causan una buena parte.
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Por lo general ignoro ese tipo de comentarios, limitándome a pensar cada vez menos de la persona que los hace, sea quién sea, pero hoy me dolieron más que de costumbre. Empezando por el típico “¡Ay, no es justo, debería existir el día del hombre también!” y terminando con un “Sor Juana Inés se vistió de hombre para estudiar porque era machorra. Nadie la obligó a vestirse de hombre, a ella no le tocaba estudiar”. Estoy segura que mi cara pasó de híper pálida a híper roja del coraje en 2 segundos, pero decidí guardar la calma e intentar dialogar con alguien que, 10 minutos después me di cuenta, era imposible dialogar.
Hoy escribo, no para quejarme de la gente así, que por desgracia sigue estando en todos lados, sino para expresarme, porque puedo.
Gracias a personas con ideas revolucionarias como lo fue Sor Juana en su tiempo, a quién como el individuo que menciono arriba, muchos tacharon de “machorra”, hoy una mujer en la escuela (y no en el convento) es la cosa más normal del mundo.
Wired
Gracias a mujeres que años atrás tuvieron los pantalones más puestos que muchos hombres, hoy puedo usar pantalones, votar, decir lo que se me pegue mi gana, cortarme el pelo y usar la ropa que yo quiero, no porque alguien más diga, sino porque yo quiero.
Gracias a sus logros, hoy soy y somos todas, lo que somos. Gracias a ellas, las miles de mujeres que una a una marcaron y cambiaron la historia, hoy nuestro futuro es un poquito más brillante y el camino un poquito menos difícil.
The Huffington Post.
Gracias a ellas, hoy puedo usar un escote, no para llamar la atención de un hombre (o de varios), si no porque me encanta mi cuerpo y ¿porque no presumirlo?. Gracias a ellas, hoy me puedo maquillar y usar labial rojo, no para llamar la atención del güey que me gusta, sino porque me hace sentir bien chida. Gracias a ellas, hoy puedo usar tacones o tenis, o lo que se me de la gana. Gracias a ellas hoy puedo decir lo que pienso, y escribir esto sin miedo. Gracias a ellas cambió la historia, y ahora me toca a mi, a nosotras, cambiarla para que en 20, 30 o 40 años las mujeres tengan oportunidades que hoy en día vemos lejanas.
Ahora nos toca a nosotras ser las que, un día a la vez, hagamos historia y abramos el camino para nuestras hijas, nietas, bisnietas y cualquier mujer del mundo. No porque sea mi hija o mi nieta, no porque tenga la capacidad biológica de parir o porque tenga o no anatomia de mujer, ni porque sea “la creación más bella de D’os”, pero porque igual que tú y que yo, será humana y merece un mundo en el que mujeres y hombres de todos los tamaños, colores y demás diferenciadores tienen las mismas oportunidades de tener una vida digna y feliz.
Xo,
C.