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Foto del escritorCes Heredia

Sobre el Guadalupe-Reyes, Propósitos, Dietas y el Amor por la Comida


¡Adiós, Guadalupe-Reyes! Se fue otro año más de pavo, bacalao, papas verdes y tantos postres como tengo primos (tengo muuuuchos primos). Como todos los años, las posadas y las fiestas dejaron recuerdos de más de una noche sin dormir, más de varias copitas de vino y la promesa de una oportunidad más de crear una “nueva” versión de nosotros. Exacto, es momento de propósitos de año nuevo. Seamos honestos, todos nos atascamos nuestras 12 uvas a medianoche del primero de enero pensando en cosas como “voy a ahorrar más”, “me voy a ir de viaje”, o “ponerme a dieta”. Ay, esa famosa dieta. Es el propósito que se supone debemos tener cada año, porque claro es normal querer deshacer todo el daño que hicimos al disfrutar de la gelatina de la abuela.

Tengo una familia fiel y creyente a muchas cosas, entre ellas, el poder de las dietas de SlimFast y Quita Kilos. Es más, yo creo que aprendí que era una dieta antes de aprender que era una fracción. En mi familia, la presión por ser guapo y esbelto era constante, especialmente después de las fiestas de diciembre. Que yo recuerde, siempre había una tía, prima, abuela o mamá a dieta, cuidando lo que comía. Claro que cuando no lo hacía, siempre estaban todos a su alrededor listos para recordarle que debería estarlo haciendo. En mi caso, siempre eran las mujeres preocupándose por su figura y su peso. Los hombres no… Ellos sí tenían permiso de disfrutar agusto.

De hecho, ahora que lo pienso, esto sigue sucediendo. La semana pasada una de mis primas decidió empezar una de esas dietas de malteadas SlimFast y recibió cumplidos y elogios por la sabia decisión de expiar por sus pecados alimenticios de esta manera. Justo anoche una de esas tías me preguntó que si realmente necesitaba tomarme esa copa de vino (¡es que el vino tiene mucho azúcar!) y que ella creía que era el momento de “ponerme las pilas”. Gracias, pero no gracias.

Digo, D’os nos salve de que una mujer pueda disfrutar en paz de una rebanada de pastel o una copita de vino. ¡¿Se imaginan?! Alguien disfrutando la comida, ¡qué escándalo! Me parece un poco ridículo como es que hay tanta gente que se escandaliza con los hábitos alimenticios de otros. Además, ¿se han dado cuenta que la manera en que hablamos de comida suele ser súper negativa? “Voy a hacer trampa, me tomaré una malteada” o “Hoy voy a pecar, pásame las papas”. ¡No manchen! La comida no es mala y tenemos derecho a disfrutarla, y a no esconder el hecho de que la disfrutamos.

Y digo, no que sea asunto de nadie, pero si se van a poner a hacer comentarios sobre el cuerpo y los hábitos alimenticios de otros, al menos hay que animarlos a tener hábitos y prácticas sanas, y no a ponerse a dieta. Las dietas milagrosas no funcionan. Por más que queramos creer que un par de malteadas de chocolate al día o las tostadas y snacks de la marca propia de un programa de dietas harán que lleguemos a nuestro peso meta en una semana, la cruda realidad es que no hay atajos a un cuerpo saludable.

Las dietas milagrosas no sirven, al menos no al largo plazo. Este tipo de progrmas o productos son un negociazo. Se enfocan en perder peso, no es ser saludable. La realidad es que si realmente funcionaran, si realmente fueran tan milagrosas como dicen ser, se quedarían sin negocio. ¿De qué les sirve tener clientes que tengan una buena y sana relación con la comida? De nada. Eso no les deja dinero. Lo que ellos quieren es que tú seas flaco por un ratito y seguir sacándote dinero.

No existe una solución milagrosa, que te deje cuerpo de atleta en 3 días. No hay atajos. Ya sé, les juro que yo también caí varias veces. Hay cierto grado de confort en creer que todo eso es cierto. Que los productos y programas que promueven los “influencers” en Instagram si funcionan. Pero, por experiencia propia ahora no creo en ningún producto que le tenga que pagar a Kim Kardashian (o a las miles de chavas que quieren ser como ella) para jurarme por las perlas de la Virgen que me van a hacer bajar de peso.

Bueno, y regresando al tema que empezó todo esto… Los benditos propósitos. Este año no hay ni dietas, ni pérdida de peso, ni membresías de gym en mis propósitos. Uno de mis propósitos es tener una relación más sana con la comida. Comer un poquito mejor, disfrutar un poquito más y tomar mucha menos importancia a lo que otros piensan de lo que como. Creo que el mundo sería un poquito más feliz si todos nos diéramos la oportunidad de realmente disfrutar lo que comemos, y no tener miedo de disfrutar. Échate unos taquitos de vez en cuando… Te juro que no es el fin del mundo.

Xo,

C.

 

On Holidays, Resolutions, Miracle Diets, Loving Food.

The holidays are officially over! Another year of turkey, Poblano pepper sauce potatoes, turkey stuffing and as many dessert options as I have cousins (hint: I have a lot of cousins.) Just like every year, the post holiday season leaves behind the memories of a few too many sleepless nights, a few too many glasses of champagne and the promise of creating a “new” version of us. That’s right, it’s time for resolutions… I mean, we all make them. “Save more money”. “Be more adventurous”. “Travel”. “Go on a diet”. Ah… That famous resolution we’re all expected to have among our long list of things we should be doing better this year, because of course, it’s only natural to want to undo all the damage we did by enjoying holiday meals.

I grew up in a family where brands like SlimFast and Weight Watchers were household names. You could say I learned to diet before I learned how to add fractions. The pressure to be thin, or at least make it look like you were trying to be thin, was always on. Especially after the holidays. There was always a cousin, an aunt, a grandmother or mom watching what she ate… And when she wasn’t, there was always someone “kindly” reminding her she should. I always saw the women in my family worrying about their weight and their size, not the men, though. The men in my family could be the size they wanted - and eat what the wanted - and would usually get little to no judgy looks or comments about how maybe that plate they’re holding is a little too full.

Actually, this is very much still a reality. Just last week one of my very beautiful cousins decided to start one of those sketchy SlimFast smoothie diets and received praise from all my aunts, who decided she was smart to atone for all her food-eating sins this way. Just last night one of those same aunts asked me if I should really be having that glass of wine (so much sugar!), and let me know I should be working out more. Thanks, but no thanks. I’m good.

I mean, G’d forbid women enjoy food or live happily in their bodies! How dare we, right?! It’s ridiculous how some people get so scandalized with a woman enjoying a slice of red velvet cake. The way we speak about food is usually very negative… “I’m cheating today, I’ll have dessert”, “I’m being bad, I’ll order fries with my burger”. We are allowed to enjoy food and not have to hide our love of it!

And not that it’s anyone’s business or that anyone should have a say about other people’s bodies or eating habits, but if you are going to do it, at least encourage people to stay healthy. Y’know, working out, eating properly… Miracle or fad diets don’t work. As much as we want to believe that with a few chocolate milkshakes or some program’s brand’s ice cream we’ll reach our weight goal, the truth is there are no shortcuts to health.

Miracle diets are never the answer because they prey on people willing to do anything to lose weight. They actually thrive on people thinking they don’t deserve to enjoy life and that food is bad. Their whole marketing is focused on weight loss and dieting, not on health, which is what we should strive for. A healthy life, not a skinny life.Fad diets and weight loss pills don’t work in the long run simply because it’s not profitable for them to work. Sure, they might work for a bit, but the sad truth is as soon as you go back to your “normal” lifestyle and eating, the weight comes back.

There is no miracle, 3-day solution to health. There’s no shortcut. I know, I know… It’s comforting to believe there is. I fell prey of them before. Especially with the thousands of pictures on Instagram promoting teas and shakes and gummies that will make you tummy flat. I’ve learned from my mistakes. If a celebrity stands to win any money from sponsoring a weight-loss product, I don’t trust it.

So, back to what started this whole thing… Resolutions. Ugh. No weight-loss and no diets this year for me. No, not even a gym membership, I hate working out. My resolution this year is to work on a healthier relationship with food. Eating a little better, enjoying a little more and caring a lot less about what other have to say about my eating habits. I wholeheartedly believe that people in general would be happier if they learned to love and not demonize food. As cliché as it sounds, there needs to be a balance. Who knows, maybe if fat-shamers and haters enjoyed some ice cream sundaes or a greasy order of tacos every now and then they’d be a little happier.

I know I would.

Xo,

C.

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