Todos los que estamos de algún modo relacionados o metidos en la industria de la moda y la belleza hemos escuchado en algún momento u otro la frase “la moda es aspiracional”. Nuestra industria y sociedad crearon una imagen de la belleza y perfección a la que todos debemos aspirar, que no solo incluye cuanto debe medir nuestra cintura y cadera, o que talla de bra debemos usar o de qué color deben ser nuestros ojos, pelo y piel. Esta idea de belleza “aspiracional” también incluye cosas como que mochila (lapicera, tenis, plumas o computadora) usar en la escuela, cuánto dinero debemos tener en nuestras cuentas de banco (o en la de nuestros papás), cuántos viajes a Europa, Estados Unidos (o cualquier otro lugar de gente “blanquita”) o a cuantos eventos de caridad asistimos y como vamos vestidos.
Todos (...) hemos escuchado en algún momento u otro la frase “la moda es aspiracional”
Estoy perfectamente consciente del privilegio con el que he crecido. Yo soy de esas personas que tuvo la oportunidad de estar en escuelas privadas desde el kinder hasta la universidad. Nunca me faltó nada, y es más, mis papás tuvieron los medios de cumplirme más de un capricho a lo largo de mi vida. He viajado fuera de México varias veces, las famosas “palancas” me han facilitado la vida en más de una ocasión… Soy de cierto modo el estereotipo aspiracional que la industria de la moda promueve.
Ojo, en ningún momento me quejo de mi situación. Estoy consciente de que mi vida ha sido en gran parte moldeada por el esfuerzo de mis papás y que lo que tengo me lo han podido dar gracias a ese esfuerzo y trabajo. No, no soy una malagradecida que se queja de lo que tiene. No creo que “ser de familia bien”, tener cierto estatus social o haber crecido de la manera que crecí esté mal. Lo que sí está mal es no aprovechar las herramientas que se nos dan para generar un cambio, aunque sea chiquito; lo que sí está mal es no querer salir de la burbujita de comodidad que nos creó la American School of Tampico (o cualquier otra escuela privada de ese tipo) y pretender vivir con los ojos cerrados, ignorando lo que pasa a nuestro alrededor. Mi situación de nacimiento no fue elección mía, pero lo que hago con las herramientas que me han sido dadas gracias a ella, si lo es.
Me acuerdo muy bien, que desde que empecé la carrera en 2011 tenía la idea de ofrecer al mercado masivo las herramientas (la ropa, pues) para que se pudieran expresar de la manera que les diera la gana mediante su vestimenta. Mi tirada nunca fue tener una tienda tipo Zara, H&M o Forever21, que aunque sí son bastante más accesibles que las grandes marcas de prêt-a-porter, muchas siguen teniendo ese aire de exclusividad que excluye a parte de la población.
Entiendo que hoy en día hay un estigma enorme en contra de la producción masiva, y que lo in es ser eco-friendly, usar slow-fashion y diseñadores locales o indies. Está padrísimo todo el concepto de mejorar la calidad de vida de los trabajadores de las maquilas y de crear una revolución en nuestra industria para combatir las prácticas de producción masiva injustas. Es necesario mejorar la manera en que consumimos y manejamos nuestra industria, sino por el bien de las demás personas que intervienen en la cadena de producción, al menos por nosotros mismos y por mejorar el mundo en el que nosotros vivimos.
Si bien lo anterior es muy cierto, que la industria tiene cada vez menos interés en la producción en masa, también es cierto que el 90% de la población del mundo, si no es que más, no tiene (y posiblemente no tendrá, al menos no en ningún momento próximo) acceso al slow fashion, o a las piezas de diseñadores indies y locales, que suelen ser mucho más caras (y con toda razón). Por años, la industria de la moda se ha dedicado a dar herramientas de expresión creativa a las personas con un poder adquisitivo medio-alto, siempre bajo el pretexto de que la moda es algo aspiracional y que por consecuencia, no todos deben tener acceso a ella. Disculpen, queridos ex-maestros, pero la moda no debería ser “aspiracional”. Estoy de acuerdo en que existan marcas exclusivas y caras (¡Oigan, si se siente padre poder presumir la bolsa o los zapatos que compraste con el dinero que tú solita te ganaste!), siempre y cuando ofrezcamos al resto del mercado las opciones para sentirse includios, importantes y parte de una industria que, hasta el día de hoy, los ha ignorado tremendamente.
Lo que hoy conocemos como moda, empezó hace siglos, cuando los primeros seres humanos buscaban protección contra el clima o cualquier otro peligro de su vida cotidiana. El gusto de los seres humanos por usar ropa que se adapte a quienes somos y lo que sentimos no sabe de clases sociales ni de poder adquisitivo o color de piel; no sabe de apellidos fancy o de familias bien. Una de las principales cosas que me atrajo al mundo de la moda, es precisamente que cada individuo tiene dentro de sí mismo la capacidad de expresarse con su vestimenta sin importar su orientación sexual, discapacidad (sea física o mental), color de piel o cualquier otro diferenciador que se nos pueda ocurrir.
(...) Ignorar al 90% de la población deja fuera una enorme cantidad de ventas potenciales (...) y nos impide explotar todo nuestro poder creativo a su máxima capacidad
Me parece ridículo que nuestra industria considere como “revolucionario” o arriesgado el poner a una modelo de piel oscura en la portada de una revista. ¿Acaso es realmente revolucionario encontrar belleza en algo que no se parece a nosotros (por “nosotros” me refiero no a un grupo específico, sino al ideal que maneja la industria de la moda como estándar)? ¿En serio ver a una niña de rasgos indígenas con ojos claros es motivo de noticia por su “belleza exótica”? Es momento de darnos cuenta que la belleza es algo relativo, que, como bien dicen muchos, está en los ojos de quien mira.
La discriminación es algo que, por desgracia, ha existido tanto en la historia del mundo y de México, como en la historia de la moda desde siempre. Es momento de darnos cuenta, como industria y como sociedad, que la idea de desarrollarnos en un ambiente con diversidad (étnica, religiosa, cultural, de orientación sexual, social, edad o capacidades físicas) nos otorga una visión real del panorama del mundo en el que vivimos, y al que muchos de nosotros pretendemos vestir.
Continuar perpetuando la idea de que nuestra industria debe estar repleta de personas “perfectas”, de piel blanca, ojos claros y larga cabellera rubia, con chequeras infinitas y tallas de un solo dígito no beneficia a nadie. Es momento de darnos cuenta que estas ideas anticuadas y discriminatorias de una industria aspiracional, no hacen más que delatar una tremenda falta de contacto con la realidad.
Regir nuestras vidas y nuestros negocios de moda bajo estas ideas no sólo resulta una mala decisión de negocios, ya que al ignorar al 90% de la población, se deja fuera una enorme cantidad de ventas potenciales, sino que nos impide explotar todo nuestro poder creativo a su máxima capacidad. Al negarnos a aceptar lo diferente a nosotros mismos, nos cerramos las puertas a un mundo de posible inspiración y de información que compartir.
Una de mis primeras ideas al iniciar mi carrera de diseño de modas, fue crear líneas de ropa de difusión masiva, que estuvieran disponibles en supermercados nacionales, a precios accesibles para la mayor parte de la población mexicana. Esta idea no fue muy popular con mis compañeras de generación ni con la mayoría de mis maestros. Al contrario, me hicieron saber que lo correcto (o al menos lo que ellos consideraban correcto) era crear ropa para chavitas “bien”, que pudieran pagar los altos precios de la ropa que yo como diseñadora de modas produciría.
Lo fácil es voltear a ver al país vecino y criticar a su nuevo presidente por sus comentarios ignorantes y discriminatorios, pero no olvidemos vernos al espejo y permitámonos entender que es posible que nosotros caigamos en errores similares.
Lo fácil es voltear a ver al país vecino y criticar a su nuevo presidente por sus comentarios ignorantes y discriminatorios, pero no olvidemos vernos al espejo y permitámonos entender que es posible que nosotros caigamos en errores similares. No olvidemos que la diversidad es precisamente lo que hace a nuestra sociedad, y a la industria de la moda, lo que es. Si bien es cierto que las clases sociales, o al menos la disparidad entre una y otra, no desaparecerán de un día para otro, el primer paso para cambiar es aceptar que existe un problema y corregir la manera en que pensamos y nos comportamos.
Es el momento de dejar de decir cosas como “belleza exótica”, “belleza “étnica” o “belleza a pesar de…”, y decir simplemente “belleza”. Es momento de aceptar la diversidad como algo que nos nutre y nos hace mejores, y no verla como un problema que es necesario erradicar. Dejemos esas ideas en el pasado, plasmadas como testimonio de los errores de nuestros antepasados en las páginas de los libros de historia, y dediquémonos a escribir en los libros del futuro que fuimos la generación del cambio, de la aceptación, y del fin de la industria de la moda aspiracional.
Xo,
C.
Anyone who’s ever been linked to or worked in the fashion and beauty industries has heard, at least once, the phrase “fashion gives you something to aspire to”. Our industry and society have created an image of beauty and perfection to which we’re all taught to aspire and look up to. This ideal includes not only how many inches your waist should be, what size bra we wear or what color our eyes should be, but also dictates things as silly as what kind of backpack we should take to school, what computer we buy, which school we should to, how many trips to Europe (or any other foreign country) we take a year.
I’m very much aware of the privilege I’ve had throughout my life. I’m one of those people who had the chance to attend the best private schools, from kindergarten to university. I never needed for anything, my parents made sure I had anything and everything I needed and more, they spoiled me in any way they could. I’ve traveled outside of Mexico more than once, I’ve been benefited by my parents’ social contacts on numerous occasions… I am, in a way, that aspirational stereotype that the industry tries so hard to sell.
My intention is not to complain about my life situation, nor do I feel like a better (or worse) person than anyone else because of it. I’m aware that my life has been shaped in great deal by the effort and work my parents put into raising me, and that the woman I am today I owe in part to all that they’ve given me. No, I don’t mean to be the spoiled brat that complains about having this or that. I absolutely do not think that there’s anything wrong coming from a “good family”, or having a certain social status, or even the way I was raised. I do however, believe that not using the tools and connections my upbringing has given me and using them so shape the world the same way they shaped me is a complete waste. Having money, “being the stereotype” or the “aspirational” is not a bad thing unless you refuse to leave your comfort zone and decide instead to live your life with your eyes closed, ignoring what happens in the world around you. My birth situation wasn’t my choice. What I do with what it gave me, is.
Ever since I started fashion school in 2011, I’ve had the idea that the mass market should have access to the tools (and by tools I mean clothes, not actual tools) to express themselves through fashion. My goal was never to compete with stores like Zara, H&M or Forever21. These stores, although a lot more accessible than the big, famous ready-to-wear labels, still carry a certain air of “exclusivity” that leaves out a great number of potential clients.
I get that nowadays there’s a huge stigma against mass production, and being eco-friendly, slow-fashion and local design are what’s “in” right now. The whole concept of Fashion Revolution, which strives to improve quality of life for fashion factory workers and to create, as the name might suggest, a revolution in the fashion industry and its consumers.
Yes, its true that a change in how the industry is managed and how we consume fashion is very much needed, if not for the other hundreds of people that are part of the production chain, for us and the place we live in, but its also true that 80% of the world’s population, if not more, has no access (and probably won’t have it anytime soon) to slow fashion. Slow fashion and indie design pieces are usually more on the expensive side of the spectrum and are considered a luxury or niche products. For years our industry has dedicated itself to providing the tools for creative expression to those with the deepest pockets, always under the pretext that fashion is aspirational by nature and as such, only certain people should have access to it. I’m sorry, dearest, darling fashion school teachers, but fashion should not be aspirational.
What we call fashion nowadays started centuries ago, when the first humans to ever roam the earth wanted to protect themselves against the weather and the many small dangers of their daily lives. The desire to use clothing to express who we are and how we feel knows nothing about social status or purchasing power or skin color; it knows not of fancy last names or wealthy families. One of the main things that made me fall in love with fashion is precisely that each individual has the ability to express themselves through their clothing, no matter their sexual orientation, physical capabilities, skin color or any other differentiator that we might come up with.
Its utterly ridiculous that the fashion industry considers having a black model on the cover of a major magazine as a “risky move” or even something “revolutionary”. Is it really that revolutionary to find beauty in another human being? Is it really that big a deal finding an indigenous kid with light blue eyes and labeling her an exotic beauty? Its 2017, for crying out loud. It’s about damn time that we realize beauty is relative and indeed, in the eyes of the beholder.
Sadly, discrimination has always existed, not only in the history of the world and our country, but also in the history of the fashion and beauty industries. We need to realize, as a society and industry, that the idea of developing and growing in a diverse environment (be it religious, ethnic, cultural or age) gives us a way more realistic picture of the world we live in, and the world that a lot of us intend to dress someday.
By continuing to perpetuate the idea that our industry must be filled with “perfect” blonde, white, blue-eyed people with infinite balance on their checkbooks and single-digit sizes we are helping no one. Not us, and definitely not the very industry that we’re trying to keep alive. The time to let go of antiquated and discriminatory ideas of an aspirational industry is now. These old-fashioned ideals achieve nothing other than reveal the absolute lack of touch with reality.
Letting these ideals govern our lives, and our fashion businesses is not only silly, but also a terrible business choice. By deciding to ignore a greater part of the population we are rapidly losing sales and potential customers that we may never be able to regain. What’s even worse, letting these ideals rule our decisions is preventing us from exploiting our full creative potential. By denying ourselves the chance to live in a diverse environment and industry we are closing the doors to a whole world of possible inspiration and information waiting to be shared.
I remember pitching my supermarket fashion idea to my Fashion Theory class during my freshman year of fashion school. The general idea was creating a clothing label designed specifically for nation-wide mexican supermarkets that offered designer clothes to the mexican masses for less than $40. Needless to say, my idea was not very well received with my classmates and teacher, who were quick to let me know that the right thing to do was creating clothes for wealthy girls who could pay the high prices my clothes would have.
Its easy to look at our neighbors on the north and talk about their new president and his discriminatory comments, but let's not forget to look at ourselves in the mirror and realize that we do the very thing we criticise the man over. Let’s not forget that diversity is precisely what makes our society, and our industry what it is. While it is true that social classes, or at least gap between them won’t disappear overnight, the first step towards bridging that gap is allowing ourselves to accept that there is a problem that must be solved sooner rather than later.
Its time we stop saying things like “ethnic beauty”, “exotic beauty” or “beautiful despite…” and simply start calling it what it is: beauty. Its time we learn to appreciate and accept diversity as something that makes us better and not thinking of it like something that we must eradicate. Lets leave those ideals in the past, plastered in our history books as a testimony of the mistakes of the people that came before us. Lets write our own history books, for those who come after us; ones that describe us as the generation of change, acceptance and the end of the aspirational fashion industry.
Xo,
C.