Hace rato intentaba acordarme de qué proyectos hice y con qué clientes trabajé mientras estudiaba en CEDIM (aún se siente raro escribir eso en pasado). Mientras hacía el recuento de daños a mi cordura y me acordaba de cada cliente con el que trabajé, me acordé de mi proyecto de sexto semestre. Si estudian o estudiaron en CEDIM, sabrán que el programa viejo enseñaba ropa de hombre en sexto, y pues mi cliente fue nada más y nada menos que el súper "fashionista" y conocedor de la moda, Abraham García (léase con una importante carga de sarcasmo).
La verdad disfruté mucho diseñar para hombre, fue un merecido break mental de tanta ropa de mujer. Estaba súper emocionada, tenía un montón de ideas y ya estaba yo pensando en que vendería mi ropa y demás. Claro, que en cuanto me presentaron al cliente supe que nada de eso sucedería; simplemente no hacíamos match. Me puse a investigar un poco sobre su tienda, su look y gustos y la verdad por más que intenté, no encontré manera alguna de hacer mi marca funcionar con la suya. Como ya dije, simplemente no hacíamos match. Para hacer las cosas peores, no solo su marca me sacaba un poco de onda, él como persona no me terminaba de agradar, pero como era mi cliente, no que quedaba de tra más que entregar lo que pedía.
decidí diseñar para mi, con mi propio cliente en mente, sería una colección mia 100%, y si no le gustaba, pues mejor. Cosa rara, terminé de coser casi una semana antes que el resto de mi salón, y digo cosa rara porque quien me conoce, sabe que soy lenta a la hora de coser. Un día de la nada llegaron Ale (mi ex-directora y Abraham al salón. El cliente quería ver cómo iban las colecciones. La verdad en esa sesión de críticas no me fue tan mal. Obviamente siempre hay detalles que el diseñador no ve y que alguien más va a notar fácil, maldita ceguera de taller (y maldita ceguera normal también). El cliente me pidió que hiciera algunas correciones para que mi ropa encajara un poco más con su concepto pero decidí no hacerlas. Esta desición no fue solo causada por flojera, sino fue un pequeño acto de rebelión y un intento de defender mis puntos de vista.
Llegó el día de la presentación final, y como todas mis compañeras, presente mi marca, mi colección y mis prendas. Como era de esperarse, el cliente se extrañó y molestó por mi omisión a sus sugerencias. No me quedó más que escuchar sus críticas y su "la verdad yo no vendería tu ropa en mi tienda". Esa frase se quedó conmigo un buen rato, y no precisamente porque me doliera que el señor no quisiera vender mi ropa. Mi directora y maestra me regañaron por dejar pasar tan buena oportunidad y por ser tan necia.
Me tomó varias semanas darme cuenta de que yo no quería que el señor vendiera mi ropa. Muchas veces, a los recién egresados o estudiantes nos dicen que debemos tomar toda oportunidad que nos venga, sin importar lo que sea, y no podría yo estar más en desacuerdo. Un diseñador, especialmente uno que va iniciando, tiene que defender y cultivar su imágen. Tienes que enfocar tus ventas a cierto público, darte a conocer a ciertos mercados y por qué no, evitar otros. Llámenlo elitismo si quieren, pero yo si soy de esas que dicen "yo no quiero que tú te pongas mis diseños". Claro, hay que saber escuchar a aquellos que llevan años en la industria, pero no podemos ser borreguitos, solo hay una manera de hacernos un nombre propio y esa es sabiendo que plantas cortar y que plantas dejar crecer.
Ese consejo que muchos maestros dan de "tú vende con quien te deje vender en su tienda" es equivlente a decir "tú se novia del primer güey que quiera contigo". Es momento de enseñar a los alumnos a tomar desiciones y oportunidades que se alineen con sus marcas y personalidades y a dejar ir aquellas que no les convienen.
Xo,
C.
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